¿Qué es una abdominoplastia?

Es una intervención para corregir el abdomen globuloso, extirpando el exceso de piel y grasa y reforzando la musculatura de la pared abdominal. Está indicada en personas que presentan el vientre distendido por embarazos, o flácido por pérdida de peso o la edad, o con una prominente adiposidad. Con la intervención se busca un abdomen más plano, más firme y una cintura más estrecha.

La abdominoplastia se realiza a través de una incisión de una cadera a la otra, justo por encima del pubis, como una cicatriz de cesárea alargada. Previamente se puede hacer una liposucción de la zona para reducir grasa. El ombligo se separa y se deja en su lugar, sujeto al fondo, y se levanta la piel de la pared abdominal hacia arriba hasta las costillas, exponiendo los músculos abdominales para tensarlos y unirlos en la línea media.

Finalmente se extirpa la piel con la grasa sobrante, se realizan las suturas, se reubica el ombligo, se colocan unos tubos de drenaje para eliminar el riesgo de hematomas en la zona intervenida, y un vendaje. Queda una cicatriz más o menos larga dependiendo de la extensión del problema original y cuyo resultado final es variable para cada persona, aunque es disimulable bajo un bikini.

La intervención se realiza habitualmente bajo anestesia general y excepcionalmente bajo anestesia raquídea.

Sólo excepcionalmente puede ocurrir que durante o después de la intervención sea necesaria la utilización de sangre y/o hemoderivados. Si la complejidad o extensión de la operación hace prever su necesidad, puede utilizarse la autotransfusión, es decir, la utilización de sangre del propio paciente obtenida y almacenada semanas antes.

Después de la operación, el paciente llevará una faja especial para ayudar a la remodelación de la zona. Las cicatrices alrededor del ombligo y en el abdomen inferior irán mejorando con el transcurso del tiempo, pudiendo llegar a ser casi imperceptibles. No obstante, en algunos casos puede ser adecuado realizar un retoque de la cicatriz con anestesia local, y hay que aceptar la posibilidad de una cicatriz visible permanente, aunque disimulable bajo un bikini.

Durante los primeros días el abdomen suele estar inflamado y pueden notarse molestias o dolor que se controla con medicación, así como una dificultad para andar derecho y para llevar a cabo actividades cotidianas. En general se precisan dos o tres semanas para poder hacer una actividad normal.

Los riesgos específicos del procedimiento, en general poco graves y frecuentes, son la infección o sangrado de las heridas, las alteraciones de la cicatrización por exceso o por defecto, los hematomas o seromas. Excepcionalmente pueden darse complicaciones de mayor gravedad como la trombosis venosa o la necrosis grasa o cutánea, que alargarían el postoperatorio y podrían llegar a requerir una reintervención.

Los problemas de cicatrización son más frecuentes en personas fumadoras.